Discurso pronunciado
por José Mujica, Presidente de la República Oriental del Uruguay, en Cumbre
Río+20 - Conferencia
de Naciones Unidas por el desarrollo sustentable 2012
Autoridades presentes de todas la latitudes y organismos,
muchas gracias. Muchas gracias al pueblo de Brasil y a su Sra. Presidenta,
Dilma Rousseff. Muchas gracias a la buena fe que, seguramente, han manifestado
todos los oradores que me precedieron. Expresamos la íntima voluntad como
gobernantes de acompañar todos los acuerdos que, esta, nuestra pobre humanidad,
pueda suscribir.
Sin embargo, permítasenos hacer algunas preguntas en voz
alta. Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable. De sacar las
inmensas masas de la pobreza.
¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de
desarrollo y de consumo, que es el actual de las sociedades ricas? Me hago esta
pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma
proporción de autos por familia que tienen los alemanes?
¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro:
¿Tiene el mundo hoy los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil
u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de
despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso
posible? ¿O tendremos que darnos algún día, otro tipo de discusión? Porque
hemos creado esta civilización en la que estamos: hija del mercado, hija de la
competencia y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero
la economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta
globalización, que significa mirar por todo el planeta.
¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos
gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos
juntos” en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega
nuestra fraternidad?
No digo nada de esto para negar la importancia de este
evento. Por el contrario: el desafío que tenemos por delante es de una magnitud
de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política.
El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado,
sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida. Porque
no venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general.
Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta
y se nos va. Y ningún bien vale como la vida y esto es lo elemental. Pero si la
vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la
sociedad de consumo es el motor, -porque, en definitiva, si se paraliza el
consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía, aparece el
fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros- pero ese hiper consumo es
el que está agrediendo al planeta. Y tienen que generar ese hiper consumo, cosa
de que las cosas duren poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita
eléctrica, entonces, no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay
lamparitas que pueden durar 100 mil horas encendidas! Pero esas no se pueden
hacer porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos
que sostener una civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un círculo
vicioso.
Estos son problemas de carácter político que nos están
indicando que es hora de empezar a luchar por otra cultura.
No se trata de plantearnos el volver a la época del hombre
de las cavernas, ni de tener un “monumento al atraso”. Pero no podemos seguir,
indefinidamente, gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar al
mercado.
Por ello digo, en mi humilde manera de pensar, que el
problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo,
Séneca o incluso los Aymaras- definían: “pobre no es el que tiene poco sino el
que necesita infinitamente mucho, y desea más y más”. Esta es una clave de
carácter cultural.
Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se
hacen. Y los voy acompañar, como gobernante. Sé que algunas cosas de las que
estoy diciendo, “rechinan”. Pero tenemos que darnos cuenta que la crisis del
agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa.
La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y
lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir.
Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos
naturales para vivir. En mi país hay poco más de 3 millones de habitantes. Pero
hay unos 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones
de estupendas ovejas. Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es
una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable.
Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas
de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas,
se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque
tiene que pagar una cantidad de cuotas: la moto, el auto, y pague cuotas y
cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo reumático –como yo- al que se le
fue la vida.
Y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida
humana? Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en
contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor
arriba de la Tierra, de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de
tener amigos, de tener lo elemental.
Precisamente, porque ese es el tesoro más importante que
tenemos, la felicidad. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que
recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana.
Gracias.
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