Ryszard Kapuscinski Periodista
del Tercer Mundo
Para mí es fundamental que un
reportero esté entre la gente sobre la cual va, quiere o piensa escribir. La
mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras y terribles condiciones y si
no las compartimos no tenemos derecho, según mi moral y mi filosofía, a
escribir.
por Ryszard Kapuscinski
En ese último libro que va a
salir en español, que salió hace dos años en Polonia, escribí sobre mis
experiencias de cuando llegué a una aldea en África, en un país llamado
Senegal. En esa aldea no había luz eléctrica, pero se podía comprar una pequeña
linterna china que costaba un dólar, pero nadie allí tiene un dólar. Entonces,
no había televisión, ni Internet, ni esas tecnologías.
Cuando llegaba la noche, la gente
se juntaba desde las siete a contar sus historias, y era ese el momento más literario,
más bello, más fantástico del día. Era toda una poesía. Por supuesto había que
entender el idioma y todo lo que pasaba durante la noche. A las 10 u 11 de la
noche a dormir y esto, para un reportero, ya era una experiencia realmente
dura, porque era en casetas pequeñas de adobe y piso de pura tierra donde se
acomoda toda la familia. Y toda la familia significa muchas personas.
La noche era muy caliente y era
imposible dormir con la invasión de mosquitos y sin poder moverse hasta que
aparecía el sol a las 6 de la mañana. Era una experiencia bastante difícil,
pero si no compartía con esta gente no vería de otra manera la vida de África.
Si pasaba la noche en el Hilton o en el Sheraton no era consciente al escribir
sobre sus vidas. Lo mismo pasa en las guerras. La profesión de reportero
requiere, para poder escribir, que este tipo de experiencias se sientan en la
propia piel.
La otra cosa que hago y que
considero también importante para un reportero es viajar solo. Es importante
ver el mundo que se investiga y penetra con los ojos propios. La presencia de
otra persona influye sobre nuestra percepción del mundo. Sus gestos, sus
comentarios, cambian esta limpia relación entre el reportero y el mundo que lo
rodea.
Hace tres años hicimos un
documental sobre África con un equipo inglés que por primera vez iba a ese
continente. Recorrimos lugares apartados y cuando llegábamos a cualquier sitio
llamaban desde sus teléfonos móviles a Londres. Viajaron conmigo tres meses
pero, emocional y mentalmente, no estaban en África, todo el tiempo estuvieron
en Inglaterra. Sólo hicieron su deber.
Para mí una de las
características del reportero es la empatía, esa habilidad de sentirse
inmediatamente como uno de la familia. Compartir los dolores, los problemas,
los sufrimientos, las alegrías de la gente, que de inmediato reconocen si él
está realmente entre ellos o si es un pasajero que vino, miró alrededor y se
fue.
Un reportero solo no puede hacer
nada. Nuestra profesión depende de la ayuda y voluntad de otros. A veces
estamos en algún lugar durante 15 minutos o media hora y dentro de ese tiempo
se decide toda nuestra carrera, porque en esos minutos algún chofer nos puede
llevar a una mina de combate o puede negarse.
Considero que una característica
importante en nuestro trabajo con la gente es la humildad. Debemos entender que
el sentido de la gratitud frente al otro, es algo elemental. Yo tenía muchos
amigos que empezaron hace años en esta profesión y se fueron porque tenían
demasiada arrogancia, tenían demasiado sentido de su profesión y por eso la
gente los eliminó. Para mí es fundamental entender lo modesto que resulta ser
periodista, porque no hay ninguna otra profesión en la que se dependa tanto de
los otros.
De la tecnología a la palabra
La utopía de los poderes de
comunicación mundial es que con la actual tecnología se resuelve todo. Yo creo
en esos, claros e importantes, avances tecnológicos pero no podemos perder la
cabeza ahora, que en los medios de comunicación se ha acelerado nuestra
profesión por el manejo de una información inmediata. Claro que una información
inmediata hace al mundo muy rápido. Aunque esto no influye en el conjunto serio
del periodismo de reportajes, de ensayo, de crónicas. Un periodista talentoso
puede escribir todo en un pedazo del periódico, no necesita más que eso.
Yo fui a un país como el Congo,
con una guerra de 50 años. Hablaba con la gente, veía un acontecimiento, un
golpe de estado, buscaba información para tratar de entender lo que estaba
pasando y luego formaba el cuadro de lo que me pasaba y escribía. Ese era
realmente mi trabajo.
Cuando estuve durante la masacre
de Ruanda de 1994, llegaron muchos periodistas conectados por e-mail, por
teléfonos, que no veían lo que pasaba allí. Ellos llamaban a sus jefes en Nueva
York, Londres, Madrid, y estos les decían "necesitamos confirmar esto...,
tenemos la noticia de que en ...". Ahí ya no eran independientes, ya no
eran reporteros, solo seguían órdenes de sus jefes que ni siquiera sabían donde
quedaba Ruanda.
Los mejores reportajes los
escribí cuando mi oficina central no sabía dónde estaba. Mi hábito fue tratar
de huir de esta gente que no conocía la realidad del lugar donde me encontraba.
Ahora, la preocupación de los medios de comunicación no es el cubrimiento, sino
es la lucha entre ellos por la competencia. Ya no miran si pasó algo
importante, miran donde están los demás para que no se les adelanten.
Al terminar el siglo XIX, cuando
apareció el teléfono, se creía que la prensa escrita se acabaría, pero el teléfono
sólo sirvió para su desarrollo. A principio del siglo XX, cuando apareció el
cinema se dijo que había llegado el fin para la palabra escrita.
Luego cuando se desarrolló la
radio también se dijo lo mismo, al igual que con la televisión, pero ya no hay
discusión, la prensa sigue desarrollándose. Todos los medios solamente amplían
el método de existencia de la palabra, de transmisión de la palabra. No se
acaban unos a otros, se amplían.
Curso para navegantes de la
globalización
La palabra globalización se
empieza a utilizar después del fin de la Guerra Fría. La globalización es un
problema muy difícil de discutir: con esta palabra se entiende un montón de
cosas y se usa como en el arte se utiliza la palabra postmodernidad. Hay que
empezar con la definición ¿Qué entendemos en este momento por globalización?
¿Qué hay detrás de esa definición? Sin esto no se puede discutir sobre el
problema, porque cada uno tiene su propia definición: financiera, económica,
política.
La globalización es un fenómeno
contradictorio de dos corrientes distintas. Es un río de integración de toda la
tecnología, el mundo financiero, los medios de comunicación, pero
simultáneamente es otro río en dirección opuesta que lleva a la desintegración,
con conflictos étnicos, con ambiciones regionales, con tendencias particulares,
en una gran corriente que vive y se desarrolla en contra de la misma
globalización.
En un seminario en Ayacucho
(Perú) en el que participé el tema fue Globalización y Cultura Andina. Allí
había dos escuelas de pensamiento; unos decían que globalización era un
sinónimo de la palabra imperialismo y los otros decían que era una tendencia
existente, importante y productiva para la humanidad.
Hoy sentimos que algo está
pasando y que tenemos una nueva conciencia de lo global, en temas como el agua
y la contaminación del aire. Sin embargo, las fuerzas que participan en la
globalización no están definidas, todavía son flotantes, no son precisas, no se
han cristalizado. Entonces la lucha no va a ser sobre la existencia de la
globalización, sino como utilizar este fenómeno para nuestros propios intereses
y nuestros propios fines.
Periodismo con Cortina de Hierro
No fue fácil trabajar bajo el
régimen socialista. Polonia era un país más pobre que Checoslovaquia o Hungría y
para balancear esa situación teníamos más libertad que en Rusia. Muchos rusos
aprendían polaco para leer nuestra prensa, porque comparada con la de ellos era
libre. Incluso en los años 80, durante la época del movimiento solidaridad,
nuestra prensa fue prohibida en la Unión Soviética.
En estos países socialistas había
que conocer los complicados mecanismos de la censura. Había períodos en los
cuales la censura era blanda y otros en los cuales es muy dura. Entonces, si
uno tenía experiencia y conocía los mecanismos, sabía en qué momento podía
publicar algo y cuando no.
Existían varios tipos de prensa,
una era oficial que publicaba todo con censura en periódicos, radio y
televisión. Pero teníamos dos prensas sin censura no oficiales, una clandestina
y otra que se publicaba de manera restringida a dirigentes y funcionarios. Allí
también se publicaba todo, porque a la clase dirigente le interesaba estar bien
informada, por eso permitían publicar todo, aunque no se podía vender
oficialmente el los kioscos sino a través de vendedores clandestinos.
Luego pude salir del país y
trabajar en Asia, África, América Latina. Entonces a nadie le importaba la
gente de estos lugares y todo lo que pasaba allí. Yo nunca traté de ser
corresponsal en los lugares de gran competencia como París, Madrid, New York o
Roma. Nadie quería ir a arriesgar la vida para escribir sobre la guerra de
Angola, así que yo no tenía competencia.
Yo escribí un libro que se llama
El Sha de la siguiente manera: durante la revolución en Irán, la más grande
revolución de masas en la segunda mitad del siglo pasado, nuestra agencia
decidió enviar a un periodista que me dijo "Estoy muy desesperado, es que
me quieren mandar a cubrir esta revolución y yo no quiero, no me interesa,
tengo miedo". Yo le dije "Si quieres yo puedo ir en tu lugar".
"No, no, no creo, no es posible", contestó. Y le dije "Sí. Yo
voy con mucho gusto". Entonces fuimos donde el jefe de redacción al que le
dije "Mira él no quiere ir, yo si, yo voy inmediatamente". Entonces
me fui un año a Irán y así escribí el libro, gracias a este accidente.
El precio de escribir libros
Yo sabía que para poder viajar
por el mundo, a países apartados, sin tener dinero, debía pagar con un trabajo
duro y difícil, tal vez el peor trabajo del periodismo, el de agencia de
prensa. Es para esclavos. Tenía que pagar este precio para luego escribir
libros.
A la agencia de prensa hay que
enviarle noticias cortas, por aquello de los costos, el tiempo y la
competencia. Era un periodismo pobre y formal de no más de 800 palabras.
Y yo viviendo en África, en Asia
con esa realidad tan rica, tan colorida, tan diferente a la europea. Tenía que
escribir sobre esto, que no cabía en los cables formales de la agencia de
prensa, entonces me encerraba en mí cuarto a elaborar notas que se convertirían
luego en libros, mientras mis colegas se iban al bar a tomar whisky. Esa fue
una satisfacción personal frente al periodismo corriente, que es por definición
cortés y no le da cabida para la descripción.
El peso de la palabra
Cada país de América Latina tiene
por lo menos un diario serio y en algunos hay buenas revista semanales, lo que
significa que en la mayor parte de estos países el nivel profesional es alto.
El otro problema es si esta prensa tiene influencia sobre la situación
política. Pero eso no depende de ella sino de la cultura de la sociedad.
Actualmente vivimos un período de
banalización de la palabra. La palabra ya no tiene el peso de antes. El
problema ahora en la comunicación no es la falta de verdad sino que existen
demasiadas cosas.
Todos los años, en otoño, se
realiza la Feria Mundial del Libro, en Francfort (Alemania). En esta Feria se
presentan más de 600 mil títulos. Si uno la visita durante 5 ó 6 días, no es
posible ir a todos las salas a leer títulos. En la época comunista la prensa
soviética tenía cuatro páginas y si en ellas aparecía algún artículo crítico,
alguien perdía la línea o lo mandaban a un campo de concentración. Cada palabra
tenía peso, valor de vida o muerte.
Hoy la gente en Rusia lamenta y
llora esos tiempos, porque había sentido al escribir algo. Ahora se puede
escribir sobre cualquier cosa, y a nadie le importa. Desde hace 10 años tenemos
en Polonia plena libertad, entonces la prensa escribe que este ministro es un
coco, es un mentiroso y qué pasa, nada, ese ministro sigue haciendo lo que
quiere en su puesto, ya todo es normal y nada cambia.
Un ciudadano llamado periodista
El periodista de hoy está entre
dos fuerzas, la del poder que le dice que cuidado, que tenga responsabilidad y
la de los jefes que lo presionan para que tenga chivas, si no las tiene lo
sacan. Esto ya es normal en toda la prensa. Ya no existen reglas fijas, todo
depende de la situación.
Yo estoy en contra de esa prensa
sensacionalista. Olvidamos que un periodista es un ciudadano del común.
Entonces como periodistas debemos tener responsabilidad no solo profesional,
sino en sentido ciudadano: ¿es esto bueno para mi ciudad, para mi nación o para
mi patria? No en el sentido partidario, sino en el sentido más alto de la
responsabilidad.
No podemos olvidar que la
situación de un joven periodista que apenas empieza es débil frente a un
periodista maduro con cierta posición que se puede permitir mayor libertad de
opinión, de comportamiento. En los periódicos las cosas siempre se manejan de
diferente maneras, en unos es más grande libertad y en otros es más pequeña. Lo
importante en todos los casos es poseer no sólo responsabilidad profesional, sino
ciudadana.
Periodista para toda la vida
Todos somos seres humanos y como
tal somos diferentes. Igual ocurre en nuestra profesión, unos son mejores que
otros. Además, en esto del periodismo contemporáneo mucha gente llega a la
profesión para no quedarse toda la vida, si encuentra algo mejor pago en una
compañía de carros se va. El periodismo no es solamente una profesión, es una
manera de vivir y de pensar. Nosotros decíamos con cierto orgullo que el
periodismo era ese algo que íbamos a hacer toda la vida.
Estoy seguro de que esta
profesión requiere algo de sentido de misión, de vocación, porque es muy dura y
si no se tiene valentía es mejor cambiar de oficio. Cuando me encuentro con
estudiantes de primer año de periodismo les digo "si ustedes quieren todavía
tiempo, todavía son jóvenes, si pueden hacer algún otro trabajo no hagan nada
de esto", porque si no están comprometidos con la profesión, ésta puede
convertirse en un quehacer de cosas automáticas.
El peligro de esta profesión es
la rutina y creer que cuando se aprende algo ya lo sabemos todo. En el mundo de
hoy la gente posee conocimiento y educación y si el periodista quiere ser
aceptado por la gente debe tener mucho más conocimiento que ellos.
A veces pensamos que el hecho de
trabajar en una redacción nos permite todo y eso no es verdad. Trabajar en una
redacción no es suficiente, lo importante es entender que si quiere seguir en
la profesión se debe estudiar permanentemente y eso es muy duro hoy, porque
cada día aparecen nuevos descubrimientos, nuevas ramas de la ciencia, nuevos
conceptos de filosofía, de historia, de antropología, de sicología, de miles de
cosas.
En la actualidad los éxitos son
tan altos que estar en la cumbre es sumamente difícil. Es como en el deporte,
donde la lucha es por romper los récord de los otros. Estamos llegando al
límite y en ese terreno nos tenemos que mover, aunque ahí sea difícil dar un
paso más adelante. En esta profesión obtener algunos logros es sumamente duro,
pero es la única guía, no hay otra.
Reportero sin imaginación
Hoy vivimos el fenómeno de la
mezcla de géneros, ese debilitamiento de fronteras entre los géneros y las
técnicas que podemos tomar de las artes, llamadas 'collage' o ensamblaje. Es
necesario romper esas fronteras tradicionales y buscar nuevos métodos, nuevas
guías de expresión, nuevas formas para describir este mundo.
Sabemos que no podemos llegar a
descripciones plenas, pero tenemos que tratar de aproximarnos. En el ‘nuevo
journalism’ nos damos cuenta de cómo los métodos tradicionales de periodismo no
reflejan la riqueza de la situación que se describe. Es entonces cuando tenemos
que buscar ayuda en los métodos de la literatura de no ficción para enriquecer
nuestro periodismo. Pero no el periodismo diario de acontecimiento, sino
periodismo de profundidad.
Entonces ese 'journalism' no cabe
en la fórmula de la noticia periodística, sino que abarca esa parte del oficio
que trata de profundizar en nuestro conocimiento del mundo, para hacerlos más
ricos y plenos. Es como el cubismo en la pintura, porque entiende que una forma
lleva en sí muchas formas y trata de mostrarla desde varios puntos
simultáneamente.
Yo soy un pobre reportero que no
tiene desgraciadamente la imaginación de escritor. Si yo la tuviera jamás
habría ido a estos terribles lugares en donde estuve. Además creo que si se
logra de escribir sobre lo que pasa en el mundo, esto tiene mayor peso que las
obras de ficción.
Si ustedes leen Le Monde
encontrarán en la primera página todos los días la publicidad sobre una nueva
novela francesa, entonces tenemos 256 novelas francesas por año. Yo siempre
hago este ejercicio, le pregunto a los demás por un título de una novela que
tenga en la mente o un escritor importante de novelas francesas hoy. Y nada.
Versión editada por la Revista Etcétera, México 2005
de la presentació del autor en la sede de la Fundación Nuevo
Periodismo Iberoamericano. Foto de Marek Billewicz/East News
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