06 marzo, 2012

No se puede ser objetivo frente a la tortura y la dictadura, eso es inhumano

El legendario periodista Ryszard Kapuscinski dice en esta entrevista que los medios de EE.UU. cubrieron la invasión a Irak según la filosofía del estado mayor norteamericano. Sostiene que vivimos el fin de la época de los imperios y las dictaduras, y que un buen periodista debe valorar el silencio.

por Héctor Pavón

 Los viajes con Herodoto es el título del libro que Riszard Kapuscinski publicará en español en  2006. El parece ser el compañero de viajes que el historiador griego hubiera querido tener para que diera "la primera versión de la historia" de la guerra del Peloponeso, las guerras médicas, y de los innumerables viajes que hizo por el mundo conocido de entonces. Kapuscinski, "el periodista legendario" ha recorrido el mundo y ha vivido en él. Sus crónicas periodísticas muestran rincones y personas desconocidas de lugares conocidos y también insólitos. Asia, Africa y América latina han sido los escenarios preferidos y desde los cuales escribió algunas de sus crónicas consagratorias. Por eso ha sido llamado "el reportero del Tercer Mundo", una categoría que lleva con orgullo.



Títulos como Ebano, El sha, El imperio, La guerra del fútbol han sido la marca de reconocimiento de este escritor traducido a más de 30 idiomas. Son textos que han dejado huellas profundas en periodistas de todo el mundo.

En 2004 se conocieron en nuestro país sus dos últimos en español. Uno de ellos es Los cinco sentidos del periodismo (editado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que dirige Gabriel García Márquez y FCE) donde resume las mejores recomendaciones sobre cómo cubrir y escribir textos de profundidad sobre el mundo actual. Poco después se publicó El mundo de hoy (Anagrama) un libro que no necesariamente retrata con nitidez al cronista brillante. Es un collage de textos sueltos donde puede haber hallazgos en algunas de sus crónicas incompletas pero que no tiene mayor éxito cuando rondan el ensayo.

De todos modos, a los 73 años, su cálida y delicada pluma está intacta, la del periodista escritor y también la del profesor magistral. Desde hace medio siglo vive en Varsovia, una ventana privilegiada para apreciar los cambios más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Desde allí, con voz cansada pero clara, habló del mundo que nos toca en suerte vivir. 

- Usted ha sostenido que no cree en la objetividad. Sin embargo, en su libro - El mundo de hoy - dice que "describe el mundo real". - ¿Hay contradicción entre una idea y la otra?

- No creo que sea una contradicción. Creo que el problema de la objetividad es un problema de postura psicológica del periodista. Estamos viviendo en un mundo muy contradictorio, de muchas desigualdades e injusticias y por lo tanto no se puede ser una persona con objetividad. Los que relatan sin ninguna actitud son los que trabajan con eso que se llama objetividad. Por el otro lado, estamos tratando de cambiar algo, de mejorar la situación, de estar donde tenemos que estar. Queremos tratar de mostrar el mundo y de escribir sobre el mundo para que nuestros lectores u oyentes despierten su conciencia y tengan una actitud de cambio. Creo que hay una falsa interpretación de la tradición anglosajona de la objetividad, porque esa noción fue creada de otra raíz, que decía que el llamado "cuarto poder" tenía que ser objetivo frente a actividades de otros poderes (judicial, ejecutivo, etcétera). Pero nunca se pensaba en la objetividad frente a la injusticia, frente a los males que rodean nuestra humanidad y hacen nuestra vida dura. No se puede ser objetivo frente a la tortura y la dictadura, eso es inhumano. Y la palabra "objetividad" no se aplica a estas situaciones.

- Usted no fue a cubrir la Guerra del Golfo en 1991 porque dijo que los periodistas sólo podían hacer propaganda...

- Unos colegas me contaron que las condiciones en las que trabajaban no eran condiciones de trabajo. Estaban totalmente aislados, encerrados en los hoteles, sin permiso para ir a la frontera ni para moverse por el desierto. Y en el desierto uno se puede mover sólo por algunas vías, muy fáciles de controlar, porque son la única vía para atravesar este desierto. Las fuerzas norteamericanas utilizaban este método para no permitir que los periodistas se movieran cerca del lugar de conflicto. La única información disponible eran los comunicados oficiales de estado mayor norteamericano. Eso no es periodismo. No se necesita ser periodista para mandar esos informes.

- ¿ Lo mismo ocurrió con la invasión reciente en Irak?

- Sí, Irak es el mismo caso. Pero la culpa es de las dos partes. De un lado, el nuevo concepto de la guerra sin periodistas. EE.UU. pelea con la idea de no sufrir bajas y prepara el terreno destruyendo totalmente a la población, las ciudades, para que sus propias tropas ingresen sin temor a ser atacadas. No permiten la entrada de periodistas porque están expuestos a los bombardeos. Del otro lado, algunos periodistas van a la guerra en un ambiente cultural totalmente diferente sin conocimiento del idioma, de las costumbres ni de las tradiciones. Van a otro país, como si se tratara del propio y no se pueden comunicar con nadie. No hablan árabe ni conocen el islam, son totalmente víctimas de esa situación. Porque si hay un periodista que conoce el árabe, se puede mover fácilmente.

Las nuevas situaciones del mundo poscolonial ponen en duda la existencia del corresponsal global. Durante la mitad del siglo XX era mucho más fácil. En ese momento, todo el mundo hablaba inglés o francés, o idiomas como el portugués. Podía, con el conocimiento de esos dos o tres idiomas, moverse por todo el planeta, porque en todas partes la gente los hablaba.

Ahora vivimos en un mundo que es totalmente diferente. Es un mundo en el que las nuevas generaciones sólo hablan los idiomas de su propio país, de su propia cultura. Entonces, por ejemplo, cuando yo estaba en Khartoum (capital de Sudán) podía fácilmente hablar en inglés, y moverme por toda la ciudad, comunicarme con la gente. Ahora solamente la gente vieja habla inglés. Las generaciones jóvenes hablan sólo árabe y sin conocimiento del árabe yo estoy totalmente perdido en esas ciudades. Ahora estamos frente a una nueva situación, frente a un mundo en el que sigue desarrollándose un nacionalismo lingüístico muy fuerte e importante. En muchas escuelas estatales de estos países enseñan solamente idiomas locales, de su propia cultura, que son también idiomas muy grandes. Por ejemplo, el árabe, el chino, el hindú. Son grandes idiomas que los europeos no conocemos, y por eso estamos, como corresponsales, incapacitados de trabajar en otros países. 

—¿ No cree que se produjo un fracaso, o al menos una crisis, en el modelo de periodismo norteamericano cuando justifican, como justificaron, la invasión, o aceptan la censura y mienten deliberadamente?

- Ha habido excepciones en revistas, por ejemplo, que tenían muy buenos artículos sobre lo que pasaba, eran muy críticos, especialmente frente a la tortura, aunque son una minoría. Pero la gran mayoría seguía cubriendo todos los eventos según la filosofía del estado mayor norteamericano de fuerzas de ocupación. Y esto no fue tanto de la prensa escrita, que tenía una descripción mucho más justa, sino que fue obra principalmente de las grandes redes televisivas norteamericanas. Eso fue el peor ejemplo de falta de cualquier responsabilidad y profesionalismo. Lo que pasa es que esas revistas buenas no son masivas, tienen una muy reducida circulación. Y lo que recibe el público en masa, los millones de norteamericanos, es esa propaganda, esa falsedad que viene del encubrimiento por parte de las redes televisivas como CBN, ABC, FOX . 

- En su último libro señala que los golpes, revoluciones y guerras suelen ser repeticiones de la historia. ¿Usted cree que los hechos que hoy vivimos no hablan de una nueva historia?

- Bueno, yo creo que estamos frente a algunos fenómenos que antes no había y que estamos viviendo un momento histórico muy importante, de terminación de algunas formas políticas y del surgimiento de otras nuevas. Por ejemplo, vivimos el fin de los grandes imperios. Ese mundo nuestro de principios del siglo XX, empezó con varios imperios: el soviético, el turco, el austro-húngaro. Ahora vivimos el fin de esa época. Otro fenómeno global muy importante es prácticamente la terminación de la forma política de la dictadura, en especial la militar. El mundo de mitad del siglo XX estuvo lleno de dictaduras militares. Por todas partes había dictaduras militares o civiles, formas feroces y muy opresivas. Esa forma de dictadura ya está por terminarse. Pero hay otras dictaduras que no son como las tradicionales. Simultáneamente, vivimos nuevos fenómenos que nunca habían sido tan visibles. Por ejemplo, el comercio mundial de drogas; el fenómeno de privatización de diferentes tipos de armas; de grupos armados diferentes. Tenemos una globalización de nuevos fenómenos políticos, criminales, que surgieron en los últimos diez, veinte o treinta años y que todavía estamos viviendo con ellos, que nuestros antepasados nunca tuvieron. No sabemos en qué clase de mundo vamos a vivir dentro de diez o veinte años. Ojalá que sea un mundo mejor... Pero es solamente un acto de fe. 

- ¿Considera que su trabajo es político? ¿Es un intelectual comprometido?

- Sí. En la medida en que puedo hacer algo trato de hacerlo. Primeramente, considero mi trabajo como el de un traductor, pero no como el de un traductor literario sino como traductor de una cultura hacia otra, que construye una atmósfera de entendimiento, porque el entendimiento es la primera condición de la tolerancia. No se puede tener ninguna tolerancia sin antes tener entendimiento mutuo. Hay que despertar otras tradiciones, otras maneras de vivir, otras maneras de pensar. Y entender que vivimos en un mundo multicultural, multirracial y que nuestro deber como seres humanos es tratar de encontrar mutuas maneras de dialogar entre nosotros. No de luchar, sino de dialogar. 

- Usted critica la idea de McLuhan de "aldea global". ¿Dónde focaliza la crítica? ¿No cree que vivimos en un mundo híper conectado?

- No, no. Yo no crítico a McLuhan. Yo critico la interpretación que se hace de sus ideas. Porque McLuhan, cuando se inventó la televisión, entendía que a través de ella se podía crear una aldea común, donde reinase el mutuo entendimiento. El problema es que la vida común de la aldea abarca, en primer lugar, el contacto personal: todos se conocen cara a cara, se conocen por nombre, viven como en una familia. Y la televisión no es esto. La televisión es para comunicar, para informar, pero no tiene este ánimo humano, este espíritu que, a través de las nuevas tecnologías no se puede conseguir. Lo único que lo puede conseguir, en ese sentido, es la presencia física de otra persona. Y solamente a través de esa presencia física de la otra persona, de ver su cara, sus ojos, de escuchar su voz, eso crea esa atmósfera de comunidad humana. Pero McLuhan murió antes de que se desarrollara esta idea. McLuhan nunca dijo que la comunicación tecnológica es suficiente para crear la comunidad humana. 

- Anteriormente se ha referido al intelectual latinoamericano como "aquel que entra a la política por izquierda y termina en la derecha"- , algo que nosotros conocemos muy de cerca. ¿Eso habla de cierta decadencia del intelectual latinoamericano?

- Pienso que ahora las cosas van en una dirección un poco diferente porque, primeramente, los escritores generalmente en el mundo perdieron esta posición que han tenido antes. Antes la voz del escritor decidía muchas cosas, valía mucho. Era muy importante lo que decía un escritor de gran nombre, de alto nivel. Era una voz que se escuchaba, que se discutía. Ahora mismo, en este mundo multicultural, híperinformado esa voz no tiene tanto peso, tanta importancia. Uno puede cambiar sus opiniones y listo. A pocos les interesa. Lo que cambia es la posición del intelectual en el mundo de la información de Internet, de rápido intercambio de tantas opiniones, de tantas reflexiones. Yo no creo que ese cambio que sigue siendo de izquierda hacia derecha, digamos, tenga tanto peso en el mundo de hoy. Muchos intelectuales y polítólogos ponen en duda ahora lo que se entiende por la definición de izquierda y derecha. Antes esas nociones eran claramente definidas, eso se sabía. Pero ahora vivimos en una cultura de mezcla, donde algunos tienen posiciones en un campo izquierdista y en un campo derechista. Y eso es muy difícil de distinguir.

- En el año 2002 usted visitó la Argentina y realizó una charla con periodistas de Clarín. Cuando esa conversación comenzó, hubo un gran silencio, nadie hacía la primera pregunta. Y usted sugirió, un poco en serio, un poco en broma, que podríamos hacer un ejercicio zen por el cual nos podríamos comunicar en silencio, ¿qué lugar tiene el silencio en el trabajo de un periodista?

- El silencio tiene importancia en un mundo de comunicación. Porque es parte y es una de las formas de comunicación. Y lo que necesitamos es saber esto: que en algún caso se produce silencio y ese silencio quiere decir más que unas palabras, que una sentencia o un discurso. Y el silencio, en ese sentido, es muy importante si estamos bastante atentos para oírlo y entender, si alguien no habla de nosotros, entonces tenemos que preguntarnos qué quiere decir este silencio frente a nosotros. El silencio puede ser, es una sentencia latina antigua : "si están silenciosos, quiere decir que gritan". Por ser silenciosos gritan.

- ¿ Esta es una era en la que a usted le gusta vivir? No soñó con vivir en otras épocas, en otros siglos...

- Para mí, vivir en esta época fue, creo, lo más fascinante que me podría haber ocurrido. Porque lo he vivido siendo el cronista de un fenómeno del siglo XX que fue algo único en la historia mundial: el fenómeno de descolonización. Fue un período en el que tres cuartos de la sociedad humana global consiguió independencia, empezó a vivir en condiciones por lo menos legalmente libres. Y eso nunca ocurrió en escala global antes y nunca va a ocurrir en el futuro. Nosotros siempre hablamos del siglo XX como el siglo de los totalitarismos, pero lo positivo que dejó ese período es que se produjo el despertar de la conciencia de la voluntad de ser libre, de ser ciudadano de su propio país y no de colonia, no de dependencia sino de independencia. Eso fue el fenómeno más destacable, en esa escala, de la historia humana.

Tomado de el Diario Clarín, suplemeto Ñ. Publicada en Junio 18 de 2005. 
Foto tomada de la Internet sin autor visible. 

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