05 enero, 2012

Nos queda mucho. Nos queda repensar el mundo, nos queda el humanismo.

Rosa Montero como periodista siempre anda en ristre, a la caza sutil de sus entrevistados. Acaso lleva una espada en la lengua, el filo de su verbo. Pero esta mujer que hace más de treinta años anda poniéndole cascabel a todo el mundo, también fabula, vuelca sueños en libros de ficciones. Es más, según ella, primero hizo narrativa y después, mucho después, se aventuró por los caminos y atajos del periodismo.

por Pedro Escribano

La escritora y periodista hace estuvo de visita en Lima, Perú, con motivo del encuentro "Mujeres en la literatura", llevado a cabo en la Universidad de Lima. Su presencia fue una oportunidad no para seguirla, sino para perseguirla. Existieron razones. Rosa Montero es una escritora de letras alzadas y también no siempre recibimos visitas notables como la escritora y periodista española. Ella ha publicado libros de reportajes como Entrevista con la historia e Historias de mujeres. Entre los textos de ficción, se cuentan Crónica de desamor, Te trataré como una reina, La hija del canibal, Amantes y enemigos, recientemente la novela Pasiones...



Rosa Montero es hija de torero, quizás de allí tiene el arte de embestir. "Recuerdo que yo era muy pequeñita cuando mi padre toreaba en Madrid, que después dejó para dedicarse en una ladrillera. Recuerdo que él ingresaba al cuarto de baño vestido de padre normal y luego, cuando salía, estaba vestido de dios, lleno de brillos, relumbrando alamares", hace memoria la escritora.

"Las primeras palabras que aprendí a decir fue "suerte papá", porque siempre escuchaba que la familia y los amigos al desperdir a mi padre le decían "suerte maestro". Así suele despedirse a los toreros antes de la faena.
Y la faena de Rosa Montero como escritora no empezó en un escritorio. Empezó en la cama, cuando tenía cinco años y estaba enferma de tuberculosis. 'Me dediqué a leer. Y a escribir cuentos. Escribir era un juego para mí. Entonces yo me recuerdo escribiendo ficción desde siempre", agrega Rosa Montero.

-Sin embargo como periodista has afirmado un estilo, incluso se habla del "método" Rosa Montero.

-Eso dicen. Lo que pasa es que empecé como periodista a los 18 años al mismo tiempo que estudiaba la carrera, necesitaba trabajar, ademas es la mejor manera de aprender periodismo. Empecé como periodista muy joven, a los 18, y sin embargo publiqué mi primera novela a los 27, cuando todos me conocían como mujer de prensa escrita, pero yo en casa seguía haciendo ficciones.

-Cierta vez te preguntaron sobre Tom Wolfe y el llamado nuevo periodismo. Recusaste que sea el creador del nuevo periodismo...

-Claro, lo único que tiene Tom Wolfe es una capacidad maravillosa para venderse a sí mismo. Pienso que Tom Wolfe no ha inventado en absoluto el llamado periodismo literario, que llaman el nuevo periodismo. El periodismo como género literario, es decir lo que hacemos nosotros los escritores, escribir en los periódicos, ha sido un género literario de toda la vida, desde el siglo XIX, cuando se inventaron los periódicos. Así que Tom Wolfe no lo ha inventado, siempre ha existido un periodismo literario, con ambición de estructura y con ambición de expresión. Tom Wolfe no es más que un buen mercader. Nada más.

-Hablando de literatura y periodismo, ¿se puede establecer una frontera?

-El periodismo es un género literario como cualquier otro, exactamente igual que la poesía, cómo la novela o teatro. Pero eso sí, cada uno tiene sus propias normas. Si las mezclas harás mal. Si escribes novela como si escribieras periodismo, harás mal la novela. Si escribes periodismo como quien escribe novela, harás mal periodismo. En cada género tienes que hacerlo de acuerdo a las normas del género. Y punto.

-Pero debes tener una manera, un secreto íntimo de cómo amalgamar, incluir en un género otros géneros...

-Pero es lo normal. Es muy raro que un escritor sólo cultive un solo género. Lo normal es que transite por varios. Un ejemplo, Octavio Paz. El poeta y escritor mexicano pasa del ensayo a la poesía y a nadie le extraña ni nadie le preguntó cómo se las arreglaba para unir ambos género...

-Pero has dicho que literatura y periodismo tiene sus normas. ¿Qué normas hay para unirlas?

-Ficción y periodismo, en realidad, son dos géneros opuestos, pero pasas de uno al otro de la misma manera que pasas, sin norma alguna, de un idioma a otro cuando sabes dos lenguas. En muchos sentidos y aspectos, son opuestos. Por ejemplo, en periodismo, la claridad es un valor. Cuanto más clara sea una pieza periodística, mejor; pero en la novela la ambigüedad es un valor, al revés. En general, se puede decir que en periodismo uno escribe lo que sabe y en novela uno escribe lo que no sabe que sabe. Son dos formas de registro de nuestra relación con la realidad. La narrativa es una búsqueda.

-Alguna vez has dicho que tu pasión es la novela. Los cuentos son caminos dialogantes para otros proyectos...

-Los cuentos me gustan cada vez más. La cosa es que la novela es una suerte de viaje interior muy largo, lo cual es muy fascinante y tiene su propio ritmo. El cuento es mucho más breve. Como aventura personal, una novela es irse de viaje de Madrid a Australia y un cuento es sólo como salir a las afueras de Madrid. Pero es a través de los cuentos, por lo menos para mí, te estás asomando a materiales narrativos que luego van a aparecer en tus novelas...

-El cuento como embrión...

-Sí, como embriones o como un vistazo. Yo creo que el cuento es como asomarse a una ventana y la novela como caminar por el paisaje.

Palabra de mujer

-Leí que te opones a hablar de una categoría de literatura feminista...

-No solo feminista sino también a la llamada literatura femenina. No hay una literatura femenina como no hay una literatura masculina. Es imposible adjetivar así.

-Algunas teóricas están planteando el tema...

-Es verdad, pero no estoy en desacuerdo. Me parece que están equivocadas. Lo que dicen no tiene que ver nada con la realidad. El sexo es un ingrediente más dentro de muchos otros ingredientes que componen la mirada del escritor o la escritora. Un escritor es lo que es y los libros son lo que son dependiendo de su lengua, cultura, idioma, de la edad, de las lecturas, de su clase social, de la enfermedades que ha tenido o no, de su sexo también, del hecho de ser hombre o mujer, etc. Como ves, es imposible adjetivar a un tipo literatura sólo porque quien lo haces es mujer u hombre.

-El género es un distintivo de nuestra condición de ser...

-Sí, pero en la literatura el género no crea una categoría, sólo es una influencia más dentro de muchas otras. Es probable que mis novelas tengan mucho más que ver con las novelas de un escritor español de mi edad, nacido en una gran ciudad, que con las de una mujer, negra, sudafricana de ochenta años, que ha vivido el apartheid... Las cosas que nos separan son mucho más que las que nos unen como, por ejemplo, el género.

-¿Es una prueba de que el género no tiene que ver nada?

-Sí, no tiene que ver nada...

-Pero las teóricas han creado toda una corriente al respecto...

-Sí, hay mucha gente que dice muchas tonterías...

-Tú también has escrito mucho sobre mujeres, de todas maneras una perspectiva desde el género. ¿Acaso no te estás mordiendo la cola?

-¿Y qué? Los hombres han escrito mucho sobre hombres. Toda la tradición de la literatura está escrita por hombres y en su 99% está protagonizada por hombres...

-Ahora las banderillas son para mí...

-No, lo que te quiero decir es una cosa notable y que me irrita mucho. Cuando un escritor hace una novela protagonizada por un hombre se considera que está hablando del género humano, pero cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, se considera que está escribiendo sobre las mujeres. No es así. Todos, escritora o escritores, hablamos sobre el género humano.

La cocina de Rosa

-Todos los escritores tienen una cocina literaria. ¿Cómo empiezas a escribir una novela?

-La novela nace de una especie de huevecillo. Yo lo llamo huevecillo, que puede ser una idea, una frase o una mirada de una persona. Por la calle puedes encontrar una situación y entonces empiezas a obsesionarte. Aquello se te queda en la cabeza y comienza a construir sus propios personajes y terminas metiéndote en el pellejo de ellos. El escritor debe tener la suficiente modestia para dejarse contar la novela por sus personajes...

-Ceder la palabra...

-Sí, es así, de otra manera no funcionan las novelas. Yo siempre digo que la novela es la autorización de la esquizofrenia, porque te permite vivir otras vidas, la de tus personajes, sean éstos buenos o malos.

-En Amantes y enemigos hay una mirada a las relaciones de pareja. ¿Tiene que ver en algo tu formación de psicóloga?

-No, para nada, mi carrera de psicología no la terminé. La psicología que yo utilizo es lo que llamaba Cortázar el simple sentido común, mirar al otro y tratar de entenderle, nada más.

-¿En qué medida filtras tu biografía a tus ficciones?

-No, lo biográfico no me interesa nada. Justamente si escribo es para salir del encierro de mí misma. La narrativa que hago es un intento de entender, de poner luz en las tinieblas. Hay una cosa que es una agonía para todos los humanos, esa es la monotonía de nuestra existencia, de allí la necesidad de soñar con otras posibilidades. La vida como que nos va encerrando en un mundo que siempre será pequeño en comparación con nuestros sueños. Una de las cosas que te ha te hace sentir que te has hecho mayor, viejo, es cuando un día te levantas y te das cuenta que ya no puedes volver a inventar tu vida de nuevo, ya no tienes remedio, sientes que estás metido en un traje que te aprieta. Los novelistas tenemos la gran suerte -hay otras profesiones también, los doctores quizás- de inventarnos y vivir todas las posibilidades.

-La literatura como acceso a otros mundos...

-La literatura como acceso a los otros mundos que llevamos dentro.

Mujer de prensa

-Le pregunto a la periodista. ¿Qué recomendarías para hacer un buen periodismo?

-En periodismo tienes que aprender a escribir bien. Como una norma general, creo que en periodismo debes tener curiosidad. Parece una perogrullada pero es algo que no basta con decirlo una vez sino que hay que repetirlo. Y es que un buen periodista ha de tener verdadera curiosidad por los temas que está tratando. Un periodista no debe hacer jamás una sola pregunta cuya contestación no quiera saber. De esa curiosidad genuina, de ese interés develar lo que hay más allá, nace el buen periodismo. El periodista debe tener ambición. Ambición de escribir bien, más allá de lo circunstancial y lo efímero.

-Mi curiosidad me obliga a preguntarte, ¿cuál de tus reportajes recuerdas más?

-Horriblemente muchos...

-¿A cuál de ellos citarías primero?

-Es difícil. Calculo que en 30 años de periodismo he hecho unas 2.000 entrevistas. Recuerdo, por ejemplo, cuando hice la entrevista a Paul McCartney. Me gustó mucho por una cuestión muy personal, porque cuando tenía doce años era una beatlemaníaca a ultranza y estaba enamorada de él. Lo entrevisté cuando él cumplía cincuentaitantos, estaba viejito y todo descolgado...

-Adiós el amor de la pubertad y adolescencia...

-Sí, pero estuvo encantador. Había hecho algo bueno por su vida, había sabido sobrevivir a la presión de la fama a diferencia de John Lennon, que murió antes de que lo matarán. Con McCartney fue una entrevista conmovedora.

-Y entre los políticos, ¿a quién recuerdas?

-La mayoría de ellos son unos miserables. No me interesan. Me interesó Indira Ghandi, que era una mujer muy misteriosa y fuerte, muy melancólica. Sabes, la entreviste cuando murió su hijo. Era una mujer como con una herida histórica; en cambio me pareció abominable el presidente Arafat, quizás porque vive rodeado de gente que lo adula. En general, los políticos son menos interesantes que cualquier otro tipo de gente.

-¿Y cómo te ha ido entre tus colegas, los escritores?

-Me gustó mucho la entrevista que le hice a Cortázar, era un hombre encantador. También he entrevistado en tres oportunidades a Mario Vargas Llosa, que fueron entrevistas muy divertidas y a veces muy peleonas...

-¿Le preguntaste sobre su incursión en política y su fracaso como candidato presidencial?

-Claro, le encanta. Yo hablé con él de eso. Le encanta debatir, es un hombre que jamás se corre de un enfrentamiento verbal. Es un peleón nato, un buen discutidor, eso es lo que me divierte de él. Vargas Llosa es un señor que ingresa en un ascensor y es capaz de discutir con el compañero de ascensor. Esa pasión por la polémica en él me parece genial.

El pensamiento Montero

-A fin de milenio, en el terreno de las ideologías, ¿hacia dónde crees que camina el mundo?

-Las ideologías tradicionales están en crisis. Son sistemas de pensamiento cerrados, dogmáticos. El pensamiento marxista ha llevado a verdaderas aberraciones, de igual modo el pensamiento neoliberal.

-Entonces, ¿qué nos queda?

-Nos queda mucho. Nos queda repensar el mundo, nos queda el humanismo, la ambición de construir una vida más justa, pero no tiene por que ser bajo el amparo de una doctrina dogmática. Nos queda la libertad interior de cada uno, la libertad de pensar, la libertad de crítica y autocritica constante, de no ser autocomplaciente o conformista. Nos queda el valor y el rigor de pensarse el mundo todos los días para no ser conformista ni de derecha ni de izquierda. La doctrina dogmática suele decir que la realidad es así, y le creemos a tal punto que no tenemos que pensarla más. Eso es conformismo y contra eso estoy.

Tomado de http://www.ucm.es/info/especulo/numero14/rmontero.html 
(*) Pedro Escribano es poeta y editor de Culturales del diario La República, de Lima, Perú. Una versión más breve de esta entrevista apareció publicada previamente en La República.

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